Confirmación

Porque a éste el Padre, Dios, ha puesto su sello. (Juan 6:27)

En la Confirmación recibimos los dones del Espíritu Santo y confirmamos nuestras promesas bautismales. Se confiere una mayor conciencia de la gracia del Espíritu Santo mediante la unción del óleo crismal y la imposición de manos del Obispo.
La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que nos da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, fortalecer nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos más estrechamente a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana con palabras acompañadas de obras. (CIC 1316)
Mediante el Sacramento de la Confirmación renovamos nuestras promesas bautismales y nos comprometemos a vivir una vida de madurez en la fe cristiana. Como leemos en la Lumen Gentium (Constitución Dogmática de la Iglesia) del Concilio Vaticano II:
Unidos más íntimamente a la Iglesia por el sacramento de la Confirmación, los bautizados son dotados por el Espíritu Santo de una fuerza especial, por lo que están más estrictamente obligados a difundir y defender la fe con la palabra y con las obras, como verdaderos testigos de Cristo. (n. 11)

Fundamento bíblico para la confirmación

En los Hechos de los Apóstoles leemos sobre la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Mientras que el bautismo es el sacramento de una nueva vida, la confirmación da origen a esa vida. El bautismo nos inicia en la Iglesia y nos nombra hijos de Dios, mientras que la confirmación nos llama a ser hijos de Dios y nos une más plenamente a la activa misión mesiánica de Cristo en el mundo. Tras recibir el poder del Espíritu Santo en Pentecostés, los apóstoles salieron y confirmaron a otros, mostrando que la confirmación es un sacramento individual y separado: Pedro y Juan en Samaria (Hechos 8:5-6, 14-17) y Pablo en Éfeso (Hechos 19:5-6). También el Espíritu Santo descendió sobre judíos y gentiles por igual en Cesarea, antes de sus bautismos. Reconociendo esto como una confirmación del Espíritu Santo, Pedro mandó que se bautizaran (cf. Hechos 10:47).

Padrinos y cartas de elegibilidad:


Los padrinos están llamados a guiar al ahijado(a) hacia Dios con su propio ejemplo, a enseñarle la fe, a corregirlo cuando se descarría y a orar constantemente por su salvación. Es un gran honor ser elegido padrino, pero no se debe tomar este rol a la ligera, pues implica una gran responsabilidad.


Para cuidar el alma del ahijado(a) y asegurar que tenga un buen guía que lo conduzca hacia nuestro Señor, la Iglesia Católica ha impuesto varios requisitos para quienes sirven como padrinos:

  • Debe ser un católico activo que participe en la misa dominical todas las semanas.
  • Debe contribuir regularmente a la parroquia para apoyar su misión.
  • Si vive con una pareja, deben estar casados juntos a través de la Iglesia Católica.
  • Debe tener al menos 16 años.
  • Debe haber recibido los Sacramentos de Iniciación (Bautismo, Sagrada Comunión, Confirmación).
  • No debe estar en pecado grave.
  • Si tiene hijos, debe criarlos en la fe católica (bautizados y si tienen 7 años o más, deben estar en una escuela católica o en un programa de educación religiosa parroquial).


Además, nuestra parroquia requiere que cualquier persona de nuestra parroquia que busque ser padrino debe ser miembro registrado durante al menos tres meses y debe usar sobres para apoyar constantemente a nuestra familia parroquial.